Trabajo, ocio e inspiración en la creación musical

¿Cómo llega la inspiración a la hora de componer? ¿Existe siquiera la inspiración? Este es un cuestionamiento que no es nada nuevo. Casi desde los comienzos de la filosofía ya había gente con bloqueos mentales preguntándose cómo poder superarlos.

La respuesta más generalizada en nuestro siglo XXI es la de simplemente comenzar a trabajar: Aunque no tengas idea de qué demonios hacer, enfréntate cara a cara con la hoja en blanco. En el momento en que empieces a hacerlo comenzarán a llegar las ideas. Tal vez algunas sean pésimas, pero en el camino puedes encontrar algo bueno qué rescatar y después, en una segunda revisión, eliminar todo lo que consideres malo. El punto es empezar a hacer algo, que es mejor que no hacer nada. Al fin y al cabo, existen miles de personas haciendo dinero con trabajos artísticos de mala calidad, algunos que no requieren casi nada de creatividad. Pero al menos tienen la seguridad para mostrarse al mundo y reciben su recompensa a cambio, ya sea dinero o por lo menos reconocimiento.

Esta postura es completamente necesaria, primero teniendo en cuenta que la educación musical y artística que es cada vez más accesible, por lo que también la oferta musical, eso sin mencionar al Internet que hace que ahora tenga uno que competir tanto con músicos locales como de todos los continentes.

Pero desde un punto de vista estético, también podría considerarse como una respuesta frente al romanticismo de siglos anteriores. Dicho movimiento se caracterizó por un ensalzamiento del arte y la belleza, consagrándolo en un nivel sagrado, casi intocable por el humano promedio; con prominentes expositores como Mozart o Bethoween, quienes suelen ser enaltecidos como el punto cumbre de la estética musical.

El romanticismo y la creación musical
Es de señalar que con el tiempo el romanticismo, al menos en la música, fue perdiendo su aura de divinidad, pero su visión etérea del arte no desapareció, sino que se fue volcando hacia un humanismo que en vez de ver al arte como un don concedido por gracia divina, se le veía como el resultado del incansable esfuerzo del ser humano. Aquí pueden verse compositores como  Tchaikovsky; Rajmaninov, Prokofiev,  y otros nacionalistas rusos y alemanes. Estos, aunque dejan de lado lo sagrado, todavía son resultado de un tiempo en que el pensamiento académico relacionado a la creación musical tenía una visión elitista sobre su creación, en la que sólo la música por grandes compositores con amplios estudios era considerada realmente valiosa para la sociedad, ignorando lo que surgía de las clases populares. Sin embargo, ya llevaban consigo los valores de una sociedad moderna, fundados en el liberalismo y la revolución industrial. Eran tiempos en el que la figura del hombre se comenzó a sobreponer ante la de Dios.

Mientras que el romanticismo clásico enaltecía a la belleza como una gracia concedida por Dios, el romanticimo nacionalista la mostraba como parte de las grandes proezas de la humanidad. Esto puede verse claramente en el final de la Overtura 1812 de Tchakovsky, en la que agrega cañones reales como parte de la instrumentación, representando la grandeza de la nación rusa, alcanzada literalmente a punta de cañones, algo que ya era disruptivo para sus tiempos.




Pero ya estamos en la época posmoderna. Rusia ya no es el antiguo imperio de los zares ni la gran Unión Soviética. Los países comunistas que aún quedan han tenido que integrarse de una forma u otra a la vorágine del neoloberalismo. Los idealismos han quedado sólo como grandes narrativas de siglos pasados, que están lejos de convertirse en realidades. El romanticismo en todas sus modalidades ha quedado atrás y ha sido superado por creces.

El arte contemporáneo es una prueba de ello. Estas nuevas formas expresivas han surgido como respuesta a las antiguas perspectivas de la realidad de los siglos XIX y XX, en que era posible imaginar utopías sociales. La realidad es más cruda y simple, y eso se refleja en el arte posmoderno. Esto es algo que ya nos venía diciendo el filósofo Jean-François Lyotard desde los setentas cuando habla del posmodernismo como la muerte de los cuatro grandes relatos: el cristianismo, el iluminismo (la música clásica, podría decirse que surge en estos dos primeros periodos), el capitalismo y el marxismo. Todos estos proponen un fin de plenitud para el ser humano, hacia donde se mueve la historia, sin embargo, para Lyotard, estos relatos ya no son capaces de explicar nuestra realidad por lo que el posmodernismo es el no-relato o un conjunto de pequeños relatos diferentes que conforman la realidad: el feminismo, el indigenismo, el ecologismo, el anarquismo, el multuculturalismo, los fundamentalismos, etcétera. El posmodernismo es una asimilación de la complejidad social como respuesta al incontenible caos ideológico de la actualidad.

Esta perspectiva más cínica de la realidad también puede verse en las nuevas formas en que se aprende a crear el arte. El arte sólo es un reflejo de la realidad así que no hay por qué endiosarlo. Es la expresión más sincera de nuestros sentimientos y emociones. Y en concordancia con esa iniciativa natural de nuestro ser, tampoco debería endiosarse al método mismo de creación.

Tenemos incluso músicos que cuestionan el método académico desde dentro de la academia, con exponentes de música experimental, como Iannis Xenakis.





O también está el ejemplo de la pieza llamada 4'33'', de John Cage, que consiste en que el músico se sienta frente al piano y permanece en total silencio por 4 minutos y 33 segundos.




Incluso puede verse este rompomiento de las tradiciones en la música del cine, viendo durante el siglo XX a compositores muy apegados a la academia, John Williams que ha creado leitmotifs icónicos:



Y ahora tenemos exponentes como Hans Himmer que tiene un estilo simple, hecho sólo para crear atmósferas  y que, aunque es resultado principalmente de la hiperespecialización y la necesidad de hacer algo rápido de crear y vender, considero que también corresponde al discurso estético del posmodernismo, donde se favorece una estética minimalista.



La industrialización de la música y el proceso de producción
En este asunto de la hiperespecialización es donde entra el tema de la inspiración. Porque la desmitificación del proceso de creación no viene nada más de un nuevo discurso estético, sino de una necesidad de eficientizar la producción del arte.  No sólo es por la cuestión de hacer a la creación artística más accesible para todos, sino que también forma parte de lo que el sociólogo Max Weber llamaba la ética protestante del trabajo. Este pensador notó que el crecimiento de la sociedad industrial se dio en países como Estados Unidos e Ingleterra, en parte gracias a que las iglesias calvinistas proponían que una forma de saber si se era un elegido de Dios era primero viendo qué tan próspero se era económicamente, por lo que la gente no sólo se comprometía más con la iglesia sino que trabajaba más duro. Y esa es la ética del trabajo que perdura hasta nuestros días y que se ha esparcido por el mundo con el modelo capitalista estadounidense.

De esta manera, uno no debería sentarse a esperar a que la inspiración surja, sino que debe desarrollar métodos de producción artística que nos hagan más prolíficos. Así se da también la industrialización de la música, algo que criticaba duramente el sociólogo musical Theodor Adorno, pues, en términos generales, consideraba que esto hacía que se perdiera su valor artístico. Este asunto ya está más que descartado por las ciencias sociales, pues es algo muy subjetivo y aunque las industrias suelan poner al interés económico antes que al beneficio social, lo importante es el valor que dan las personas a la música.

Quien considero que podría vislumbrar mejor el panorama es el sociólogo argentino Pablo Semán, quien en en una de sus conferencias  menciona cómo en el siglo XXI las industrias musicales, aunque muy poderosas aún, van perdiendo influencia frente a una ola de artistas independientes. Pero no todo es un panorama brillante. En este mismo conversatorio explica cómo ahora los músicos jóvenes pasan más tiempo teniendo juntas de trabajo que haciendo música. Para poder competir deben hacerlo todo ellos solos con menos dinero.

Aquí es donde resaltan teóricos como el japonés Kaoru Ishokawa, quien propone los círculos de calidad como una forma de optimizar el trabajo usando el conocimiento de los mismo trabajadores, pero también surje en oposición a la visión taylorista en que el trabajador sólo es una herramienta y lo único que debe saber sobre lo que está haciendo es poner un tornillo. Este autor es de la nueva ola de autores de las ciencias administrativas que propone una visión más amigable del capitalismo.

Esta nueva postura nace para buscar una solución a la noción de Marx en la que expone que el trabajador se enajena de su trabajo al enfocarse en hacer sólo una cosa y especializarse en ello, sin conocer realmente el producto que está creando. Por lo tanto es una especie de esclavo moderno.

Ishikawa coincide con esta postura (aunque su teoría del trabajo no tiene nada que ver con la de Marx) y propone que los trabajadores opinen también sobre el proceso de producción, de esta manera dejan de ser esclavos. Sin embargo, el punto de esto no es la libertad en sí, pues Ishikawa ve al sentimiento de libertad en el trabajo como una parte del mejoramiento continuo de la empresa, una estrategia de gestión de recursos humanos que ayudará a lograr el verdadero fin, que es la acumulación de riquezas.

Ahora, en el ámbito de las grandes empresas esto no es nada del otro mundo, pero reduciéndolo al ámbito de los músicos independientes puede comenzar a verse el problema que quiero hacer notar.

El autoempleo en la música
Una de las frases célebres de Beethowen es: "Si quiero hablar de música voy a comer con empresarios, porque si me reuno con músicos de lo único que vamos a hablar es de negocios". Aún en sus tiempo era  un problema el conseguir financiamiento para la música. Beethowen tuvo que buscar formas de diversificar su negocio, por lo que fue uno de los primeros músicos en vender las partituras de sus propias canciones, algo que consideraban que acabaría con el trabajo de los músicos, lo cual evidentemente no sucedió.

Y es aquí donde llego al centro de todo, pues esta frase anterior demuestra muy bien que aunque la única forma de hacer música es comenzar a trabajar en ella, a veces este mismo trabajo puede llevar a que uno pueda disfrutar menos de la música que hace.

Este no es un asunto nada más de la música y las artes, sino que se replica en todas las formas de trabajo en esta época posmoderna. El filósofo coreano Byung Chul Han le llama a esta nueva lógica de trabajo la "Sociedad del Cansancio". Según este autor, las nuevas lógicas del capitalismo, que se supone que sean más amigables, terminan convirtiéndose en formas de esclavitud moderna en las que uno se esclaviza a sí mismo. Ya sea como emprendedor independiente o trabajador en una empresa bien constituida, la ética de superación personal nos hace que nos sobreexplotemos a nosotros mismos.

A mediados del siglo XX, el filósofo Michel Foucault mencionaba que las cárceles y hospitales psiquiátricos eran formas en que los gobiernos legitimaban su poder, lo llamaba biopolítica, porque eran castigos físicos contra los que consideraba desviados. Ahora Byung Chul Han dice que ha surgido la psicopolítica, que es otra forma de legitimación del poder a través de la promoción de una cultura de autoayuda y superación personal, que en lugar de ayudar a que las personas se sientan mejor consigo mismas, las introduce en una lógica en que sólo es posible sentirse mejor esforzándose cada vez más duro y sin descanso. A corto plazo esto puede ser útil para distraerse de los problemas e inseguridades, pero a largo plazo se vuelve un martirio pues todo queda dentro de una lógica capitalista en la que se está en constante competencia por sobresalir. Habiendo crecido en Corea del Sur, uno de los países que ha logrado convertirse en una potencia mundial en poco tiempo, pero que a la vez es uno de los que tienen las tasas más altas de suicidios, Han sabe muy bien de lo que habla. De hecho, en años recientes se ha hablado cada vez más de los problemas de depresión entre cantantes de k-pop, pues están expuestos a demasiada presión y algunos han termiando por acabar con su vida.

El remedio para esto, dice Han, es dejarnos sentir el aroma del tiempo. O para ponerlo en palabras menos pomposas, debemos desacelerarnos y permitirnos sentir el tiempo pasar. Incluso llega a proponer enaltecer la figura del idiota como reivindicación de lo inútil y superfluo. Es necesario el ocio, no sólo como descanso del trabajo, sino como una forma de hacer frente a esta sociedad del rendimiento, pues así como el grupo de reggae Cultura Profética dice en su canción: "Basta de la prisa. Momentos de ocio son necesarios para la creatividad. Así se hace la música. Así se crea la vida".




Pero para llevar el asunto a un nivel más práctico, esto no es algo que se quede entre filósofos. Abundan los programas de intervención social que hacen uso del ocio como herramienta de integración social y para mejorar la salud mental de la población a la que se dirige. En ellos se enseña a administrar el tiempo libre y manejarlo de una manera más saludable, con dinámicas en las que están involucrados el deporte, el arte y el juego.

Este tipo de iniciativas no sólo nos mantiene de alguna manera productivos, sino que nos aleja de problemas como el burnout, y es que también hay que ver al descanso como una forma de nuestra propia construcción como personas. Este es el momento en que no se espera nada de nosotros y, por lo tanto, podemos disfrutar de ser plenamente quienes somos, sin presiones.

Con esto no quiero decir que debemos volvernos unos haraganes y dejar de trabajar, pero sí que debemos valorar mejor nuestro tiempo para vivir, porque justamente para eso es el trabajo.

Debemos dejar de tener ideas como que la inspiración surge de la nada, por obra divina, pero tampoco debemos desecharla por completo. Más bien debemos ver al trabajo y al ocio como dos formas de estimular nuestra creatividad y ver a la inspiración como el impulso que surge de estas dos actividades.

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